martes, 12 de diciembre de 2006

La música se siente igual, pero cuesta distinto


Las emociones son iguales cuando de conciertos se tratan. No hay manera de describir la adrenalina que corre por las venas, el derroche de energía y la euforia que se siente cuando uno se encuentra en un concierto de uno de tus cantantes o bandas favoritas.

Gracias a los avances de las tecnologías, los sintetizadores, los instrumentos musicales y los micrófonos suenan igual en cualquier parte del mundo.

Así que puedo asegurar que ver a la Oreja de Vango en concierto en la Ciudad de México hace cuatro años fue igual de emocionante que verla en el velódromo de San Sebastián.

La principal diferencia fue, que en México pague 32 euros por la entrada más barata, en la que alcanzaba a verles como unos micro puntitos en el escenario, y recuerdo haber mirado más la pantalla gigante que al escenario. Esta vez por verles en España pague tan solo 20 euros y estaba tan cerca del escenario como nunca en mi vida en un concierto.

Otra de las cosas que me maravillan, es que en España la gente conserva hasta cierto punto su espacio visual, mientras que en México uno suele fundirse con las personas que se encuentran a su alrededor, siendo conciertos súper masivos, donde se pierde por completo el sentido de la intimidad.

En México jamás había visto grupos de niños de 14 años solos en el concierto, en mi país chicos tan pequeños no suelen ir a conciertos y en caso de ir a alguno suelen ir en compañía de sus padres, quienes no se les despegan ni un solo segunda.

Así que pese a las mínimas diferencias el resultado es el mismo, el zumbido en los oídos por lo fuerte del sonido, el dolor de garganta por tanto gritar y cantar y el dolor de piernas de tanto brincar. Y a disfrutar de tu musica favorita al máximo.

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