domingo, 11 de marzo de 2007

Se prohíbe hacer fila antes de las siete de la mañana

Una mujer de color tiembla del frió, llego a las 6 de la mañana a la Estación de Policía, tiene los pies empapados pues tan solo calza unos tenis plateados, lleva unos jeans que ya han absorbido tanta agua del suelo como les ha sido posible, a pesar del paraguas rojo que lleva, la lluvia lucha con él a muerte y parece ganar la batalla, pues la mujer está más mojada que otra cosa, ella esta ahí, pues tiene que renovar el DNI, ella comenta que la primera vez que lo tramito hace cinco años las cosas no eran así, entraban al edificio esperabas cuando más media hora y hacías el tramite “hoy nos tratan como perros” y hacen que nos formemos en la puerta de atrás como si no valiésemos nada, esto es inhumano.

La puerta no se abre hasta las nueve de la mañana, llevo dos horas y media formada en la fila y empiezo a no sentir los dedos de las manos, los pies a pesar de las medidas tomadas se han mojado. Hay dos mujeres jóvenes delante de mi, ambas han vivido la fila en ocasiones anteriores, esta vez han llegado más temprano, pues no han conseguido entrar, antes de las 12 del día, hora en la que deben de acudir a su trabajo.

Ambas mujeres se quejan de los rumanos y hablan de ellos de forma racista, los describen “como plaga”, comentan que se forma uno y que cuando abren la puerta se presentan 30 por generación espontánea, lo curioso es que yo he escuchado a muchos españoles quejarse de los ecuatorianos por los mismos motivos y con el mismo racismo.

Ambas chicas ven a alguien rubio en la fila, que hablan un idioma que no comprenden y los tachan de rumanos, lo curioso es que aquel grupo de 12 hombres, no son rumanos, pues yo estoy entendiendo parte de la conversación, ellos son portugueses.

Como las predicciones suelen hacerse realidad, las nueve de la mañana se abren las puertas y de las diez personas formadas delante de mi se multiplican y llegan a sumar hasta un número de 30 personas delante de mi.

Yo para ese entonces estoy más que helada, mojada y cansada de pelear por mi lugar en la fila, pues los hombres hacen uso de su fuerza y su altura y les da igual si delante suyo hay un niño, un viejo o una mujer.

Se dividen las filas en dos ciudadanos de la Unión Europea y otros, pero no hay que olvidar que también existe una fila VIP, la de los españoles, esta es la única que en realidad parece funcionar, por lo menos la gente logra entrar al edificio y resguardarse de la lluvia.

Las otras dos filas son un caos. Los ciudadanos de la Unión Europea, en su mayoría traen un ticket de cita por lo que entran antes y nosotros “los otros” nos cubrimos de una capa de invisibilidad, por lo que no es de sorprender que la chica al lado mio desee en voz alta ser española.

Son las diez de la mañana, el frió y la humedad me consumen, solo hay dos personas delante de mi, tan cerca y tan lejos. El policía de la entrada, un hombre de unos 50 y tantos años de edad, es el que controla el acceso, una mujer desesperada no deja de preguntarle cuándo la dejará pasar?

Siento la cara congelada, el hombre nos voltea a ver por primera vez y me pregunta si tengo frió, la respuesta en mi cabeza esta clara, “claro que sí cabrón”, pero mi contestación es sensata, “si me congelo llevo aquí desde las seis de la mañana “, el hombre enojado contesta, que eso no es posible y señala un letrero pegado en la puerta que dice “se prohíbe hacer fila antes de las siete de la mañana”.

Diez minutos después, nos dejó entrar. En el interior hay muy poca gente de los siete cubículos para atender, solo funcionan cinco. A pesar de estar sentada y con calefacción, no logro calentarme, el frio se me ha quedado en los huesos.

Hay una pantalla que anuncia los turnos con números y letras en rojo, la C significa cita y la T turno. Las citas tienen preferencia y hasta que no terminan con ellas los turnos no avanzan, llevo una hora y media sentada soy el turno que sigue el 21T, una vez más tan cerca

Auto medicación



Cuando me enfermo en la ciudad de México mi madre, me dice que medicina debo tomar para sentirme mejor y generalmente suele ser muy acertada en los medicamentos que me receta, claro te debes de estar imaginando que mi mamá es médico, pero no, no lo es, ella es contadora, pero en México la mayoría de los padres rectan a sus hijos, sin necesidad de ir al doctor, pues puedes comprar casi cualquier cosa en la farmacia sin necesidad de una receta.

En cambio, en España necesitas de una receta médica para comprar casi cualquier cosa, pues los productos que puedes adquirir sin prescripción médica son de dar risas, lágrimas para los ojos, caramelos para quitar la picazón de garganta, y cosas que le harían cosquillas a cualquier enfermedad.

Así que en España lo primero que hay que hacer cuando aparecen los primeros síntomas es ir al médico y no preguntarle a tu madre “que me tomo”, las recetas para evitar ser falsificadas tienen toda serie de seños y firmas pertinentes, y el farmacéutico no te dará por nada del mundo algo que no este especificado, ni te venderá un mayor numero de pastillas que el solicitado en la receta.

Aunque supongo que es mejor porque se reduce los riesgos de la automedicación, también creo que no es del todo positivo, pues cuando tu tienes un padecimiento específico no puedes adquirir el medicamento que te aliviará si este no te lo receta un especialista.

Hay que copiar el “Mercadillo”


En Bilbao existe una muy buena idea, después del final de las rebajas de invierno introducen un concepto muy creativo llamado “Mercadillo”, en el que las tiendas sacan en mesas a la calle mercancías que quieren rematar.


Así durante cuatro días, las tiendas hacen grandes rebajas de sus productos, a precios casi simbólicos. Donde se pueden adquirir botas a 15 euros (210 pesos), zapatos a 10 (150 pesos) euros, faldas, pantalones o blusas por cinco Eur. (75 pesos).


Por lo que la gente se sumerge entre la mercancía para obtener verdaderas gangas, porque quien no esta a la moda por esos precios.


Pero ante todo, lo increíble para mi es como estos productos se ofrecen con verdadera libertad en las calles, pues en México además de que la gente no respetaría, seguramente que las tiendas saldrían perdiendo pues seguro abría más de un robo, pues como bien se dice “en arca abierta hasta el más justo peca”, teniendo tantas cosas al alcance de la mano, seguramente las cuentas no saldrían y hasta dinero se perdería, pues quien podría controlar a la gente en plena calle.


Así que deberíamos de copiar no solo el concepto de rebajar los precios para liquidar las mercancías de temporada, sino la honestidad de la gente, que se asegura de pagar y de no maltratar la mercancía, y hasta busca la manera de probarse los zapatos, haciendo verdaderas proezas de equilibrio sin pisar con ellos la calle, y procura poner cartones para medírselos.